Hace unas semanas leí una biografía sobre L. Zamenhof, el creador del esperanto,
un hombre que luchó toda su vida por una idea en la que tenía grandes esperanzas y
que pese a las frustraciones y la censura de la época consiguió tener éxito.
Hará aproximadamente un año, empecé a interesarme por este idioma. No sé si por aprenderlo o simplemente por entender cómo se creó y funciona. Recientemente compré un par de libros, eran muy viejos, los vendía un señor en la calle. Los encontré mientras iba paseando, los dos costaron apenas 10 reales (unos 3 euros). Uno de ellos, el más interesante, Esperanto Modelo, del año 39 y con una dedicación escrita a lápiz por un profesor portugués en el año 42, su autor, Ismael Gomes Braga. El libro narra (todo en esperanto) los distintos congresos y avatares que ocurrían en la época.
Hará aproximadamente un año, empecé a interesarme por este idioma. No sé si por aprenderlo o simplemente por entender cómo se creó y funciona. Recientemente compré un par de libros, eran muy viejos, los vendía un señor en la calle. Los encontré mientras iba paseando, los dos costaron apenas 10 reales (unos 3 euros). Uno de ellos, el más interesante, Esperanto Modelo, del año 39 y con una dedicación escrita a lápiz por un profesor portugués en el año 42, su autor, Ismael Gomes Braga. El libro narra (todo en esperanto) los distintos congresos y avatares que ocurrían en la época.
Durante algún tiempo he indagado sobre las características de este idioma, sus famosas 16 reglas y he intentado aprender un poco, pero por diversas razones no he podido continuar profundizando aunque espero continuar en cuanto tenga tiempo. Brasil es un país ideal para aprenderlo, puesto que cuenta con una de las mayores comunidades de hablantes y hay iglesias espíritas que ofrecen cursos gratuitos y donde se puede ir a practicar.